Raúl ZibechiALAI AMLATINA, 30/05/2008, Montevideo.-
No es ALBA, ni el MERCOSUR ampliado, ni la integración energética que venía trabajando Venezuela. La UNASUR, impulsada por Brasil, tiene ventajas y desventajas: entre las primeras, potencia la autonomía regional respecto de los Estados Unidos; pero es un tipo de integración a la medida de las grandes empresas brasileñas.
El 23 de mayo, en Brasilia, once presidentes y un vicepresidente en representación de los doce países de América del Sur, firmaron el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). El tiempo dirá, pero todo indica que se trata de un hecho que hará historia en el largo y complejo proceso de integración de los países de la región y, muy en particular, de la afirmación de un proyecto propio que necesariamente toma distancias de Washington.
El proceso en curso presenta dos novedades respecto a los anteriores. Uno, es el neto protagonismo de Brasil que se ha convertido en la locomotora regional, luego de tejer una alianza estratégica con Argentina. El resto de los países pueden elegir entre seguir la corriente del país que representa la mitad del PIB regional y de su población y es, junto a Rusia, China e India, uno de los principales emergentes del mundo. Pero, además, el único en condiciones de liderar un proceso que colocará a la región como uno de los cinco o seis polos de poder global.
El segundo, es que la seguridad regional ha sido sustituida a la energía como disparador de la integración. Luiz Inacio Lula da Silva presentó la propuesta de crear un Consejo de Defensa Suramericano, del que sólo la Colombia de Alvaro Uribe tomó distancias. No obstante, se ha creado un grupo de trabajo que en 90 días presentará un informe técnico con el objetivo de eliminar las divergencias existentes. Lula se mostró confiado en que Uribe aceptará la integración en materia de seguridad, luego de su viaje a Bogotá el próximo 20 de julio.
De este modo, la diplomacia de Itamaraty arrincona las expectativas del Pentágono de abrir un frente militar, luego del ataque al campamento de las FARC en suelo ecuatoriano el pasado 1 de marzo. Esta es apenas la fase final de una estrategia que comenzó con maniobras conjuntas entre Brasil y Argentina, cuyas hipótesis de conflicto consistían en la defensa de los recursos naturales ante una potencia extracontinental. En noviembre de 2006, el coronel Oliva Neto, quien dirige el Núcleo de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de Brasil, había hecho la propuesta de crear unas fuerzas armadas regionales como parte del proyecto Brasil en Tres Tiempos, que busca convertir a la nación en un “país desarrollado” para 2022.
Para horror de Washington, y de las derechas vernáculas, la región contará en adelante con cuatro poderosas instancias de integración: la UNASUR, el Consejo de Defensa, y según el anuncio de Lula, “un banco central y una moneda única”. No está claro qué papel jugará el Banco del Sur, aunque es probable que Brasilia opte por otro formato en línea con su poderoso Banco Nacional de Desarrollo, que cuenta con más fondos para invertir en la región que el FMI y el propio Banco Mundial.
Sin duda, esta integración a la medida del “Brasil potencia” no es la que hubiera preferido Hugo Chávez, pero las dificultades por las que atraviesa el proceso bolivariano y los resquemores que levanta en la región, fortalecieron la opción brasileña. Que las grandes empresas de ese país (Petrobras, Embraer, Odebrecht, Camargo Correa, Itaú….) serán las grandes beneficiarias, está fuera de duda. Seguramente, sea el precio a pagar por romper dependencias más onerosas.
Analistas conservadores como el argentino Rosendo Fraga, esperan que “la heterogeneidad de los doce países de la región” (Nueva Mayoría, 20 de mayo) sea la piedra en el zapato del proceso de integración. Washington tiene las mismas expectativas y, además, trabaja con ahínco para ello. Llama la atención, en vista de las escasas perspectivas de futuro que tienen los pequeños países en un mundo globalizado, que el único presidente que faltó a la cita haya sido Tabaré Vázquez.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios grupos sociales.Más información: http://alainet.org
No es ALBA, ni el MERCOSUR ampliado, ni la integración energética que venía trabajando Venezuela. La UNASUR, impulsada por Brasil, tiene ventajas y desventajas: entre las primeras, potencia la autonomía regional respecto de los Estados Unidos; pero es un tipo de integración a la medida de las grandes empresas brasileñas.
El 23 de mayo, en Brasilia, once presidentes y un vicepresidente en representación de los doce países de América del Sur, firmaron el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). El tiempo dirá, pero todo indica que se trata de un hecho que hará historia en el largo y complejo proceso de integración de los países de la región y, muy en particular, de la afirmación de un proyecto propio que necesariamente toma distancias de Washington.
El proceso en curso presenta dos novedades respecto a los anteriores. Uno, es el neto protagonismo de Brasil que se ha convertido en la locomotora regional, luego de tejer una alianza estratégica con Argentina. El resto de los países pueden elegir entre seguir la corriente del país que representa la mitad del PIB regional y de su población y es, junto a Rusia, China e India, uno de los principales emergentes del mundo. Pero, además, el único en condiciones de liderar un proceso que colocará a la región como uno de los cinco o seis polos de poder global.
El segundo, es que la seguridad regional ha sido sustituida a la energía como disparador de la integración. Luiz Inacio Lula da Silva presentó la propuesta de crear un Consejo de Defensa Suramericano, del que sólo la Colombia de Alvaro Uribe tomó distancias. No obstante, se ha creado un grupo de trabajo que en 90 días presentará un informe técnico con el objetivo de eliminar las divergencias existentes. Lula se mostró confiado en que Uribe aceptará la integración en materia de seguridad, luego de su viaje a Bogotá el próximo 20 de julio.
De este modo, la diplomacia de Itamaraty arrincona las expectativas del Pentágono de abrir un frente militar, luego del ataque al campamento de las FARC en suelo ecuatoriano el pasado 1 de marzo. Esta es apenas la fase final de una estrategia que comenzó con maniobras conjuntas entre Brasil y Argentina, cuyas hipótesis de conflicto consistían en la defensa de los recursos naturales ante una potencia extracontinental. En noviembre de 2006, el coronel Oliva Neto, quien dirige el Núcleo de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de Brasil, había hecho la propuesta de crear unas fuerzas armadas regionales como parte del proyecto Brasil en Tres Tiempos, que busca convertir a la nación en un “país desarrollado” para 2022.
Para horror de Washington, y de las derechas vernáculas, la región contará en adelante con cuatro poderosas instancias de integración: la UNASUR, el Consejo de Defensa, y según el anuncio de Lula, “un banco central y una moneda única”. No está claro qué papel jugará el Banco del Sur, aunque es probable que Brasilia opte por otro formato en línea con su poderoso Banco Nacional de Desarrollo, que cuenta con más fondos para invertir en la región que el FMI y el propio Banco Mundial.
Sin duda, esta integración a la medida del “Brasil potencia” no es la que hubiera preferido Hugo Chávez, pero las dificultades por las que atraviesa el proceso bolivariano y los resquemores que levanta en la región, fortalecieron la opción brasileña. Que las grandes empresas de ese país (Petrobras, Embraer, Odebrecht, Camargo Correa, Itaú….) serán las grandes beneficiarias, está fuera de duda. Seguramente, sea el precio a pagar por romper dependencias más onerosas.
Analistas conservadores como el argentino Rosendo Fraga, esperan que “la heterogeneidad de los doce países de la región” (Nueva Mayoría, 20 de mayo) sea la piedra en el zapato del proceso de integración. Washington tiene las mismas expectativas y, además, trabaja con ahínco para ello. Llama la atención, en vista de las escasas perspectivas de futuro que tienen los pequeños países en un mundo globalizado, que el único presidente que faltó a la cita haya sido Tabaré Vázquez.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios grupos sociales.Más información: http://alainet.org
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