Por Majed Velásquez Veliz y Joel Lozano Ramírez*
24 de setiembre, 2011.- A siete horas de Pucallpa, rumbo al Rio Tamaya Tipishca (nombre en shipibo – konibo) en el margen izquierdo se encuentra la comunidad de Santa Rosita de Tamaya tipishca, perteneciente a la jurisdicción del distrito de Masisea de la región Ucayali, según la delimitación y organización política del Perú.
Los ancianos y ancianas, adultos, jóvenes y niños y niñas de la comunidad mantienen una relación estrecha con el medio natural, a pesar de la fuerte presión de la economía de mercado y la intensa interrelación con la dinámica comercial de Pucallpa. La pesca y agricultura aun son los principales medios de producción de las familias sin que ello desemboque en la deforestación de la floresta, ni la contaminación de los ríos, ni la depredación de los peces.
Paralelamente, muy cerca a la comunidad, una compañía petrolera realiza actividades de exploración por todo el sector y desarrolla un programa de relaciones comunitarias con varias comunidades de la zona (mestizas e indígenas), además, el rio Tamaya es una ruta importante para la interconexión con el Brasil (por el Rio Abujao) y las embarcaciones que se movilizan por el Tamaya, suelen trasladar madera, petróleo e incluso minerales (oro), entre otros. También, hay presencia de la iglesia católica, evangélica y adventista al interior de la comunidad (iglesias) y sus misioneros.
Por último, el Estado (Gobierno Nacional, Regional y Local) es eminentemente formal debido a que la infraestructura de las instituciones se encuentra en la comunidad pero los servicios (educación, salud, justicia, etc.) son deficientes o tienen únicamente a un representante político.
Es así, que el contexto y la realidad de la comunidad propone muchos desafíos para todas y todos sus pobladores, por ejemplo, en lo referente a la educación e información de los niñas y niños, adultos y ancianos, en el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos, la promoción de una salud de las personas que reconozca sus sistemas tradicionales y que responda a una atención oportuna y con pertinencia intercultural, la necesidad de la protección y recopilación de sus conocimientos colectivos sobre plantas, madera, minerales y tecnología, la preservación de su medio natural sin la contaminación de sus ríos e impacto a su biodiversidad y la vigencia de su sistema cultural en que se sostiene su ser colectivo e individual.
Al respecto de esto último, la comunidad Santa Rosita de Tamaya Tipishca envía un mensaje sobre la importancia de su sistema cultural y su tradición oral, que a lo largo de los años se ha ido debilitando. A través del siguiente video, con el cual pretendemos acercarnos a una de sus manifestaciones más emotivas y poco difundidas de los pueblos shipibo-conibo: los cantos Masha.
Tanto los varones como las mujeres, en tiempos anteriores, cantaban un masha mientras realizaban las actividades asignadas socialmente para cada género, así, los varones podían cantar mientras fabricaban sus herramientas para la caza, durante la fabricación de sus canoas; las mujeres, en cambio, cantaban un masha cuando elaboraban sus diseños sobre la cerámica. Puede decirse, entonces, que el masha es un canto de creación, propiciatorio y génesis de algo, un punto de partida que, de acuerdo con la subjetividad colectiva, tenía como finalidad “dotarle” a lo que se iba creando de fuerza, vitalidad y pericia. Pueden considerarse los masha, además, como una suerte de sonidos orientados a la “curación” o “purificación” de lo creado, para protegerlo de las contingencias de la naturaleza, así como de los malos deseos o envidias latentes que nunca faltan entre los vecinos.
Los masha brotan de los individuos pero son indesligables del contexto social: lo evocan, lo reactualizan, lo recrean. Pero, y esto es cardinal, lleva impregnada siempre la impronta indeleble del que lo canta: sus vivencias, emociones, frustraciones, expectativas marcan el derrotero discursivo que singulariza y matiza cada masha. En la actualidad, en la comunidad de Santa Rosita, solamente existen algunos ancianos que todavía cantan, como tradicionalmente se hacía, pero el contexto es diferente. Y ellos lo saben.
Muchos conocimientos se han ido perdiendo, y tal vez los masha atraviesen por el mismo camino. Esta idea preocupa hondamente a los ancianos, que perciben el aletargamiento de sus expresiones culturales que han dejado de practicarse. La presente propuesta, llevada a cabo por el Soc. Majed Velásquez Veliz y el Antrop. Joel Lozano Ramírez, intenta mostrar estos y otros aspectos de la cultura de los shipibo-conibo, de manera preliminar e introductoria, esperando ser el punto de partida para futuras y más amplias investigaciones que traten sobre el universo social y cultural de esta población.
Cualquier coordinación a través de correo electrónico: emirmajed@gmail.com y/o joel.lozano7@gmail.com
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* Majed Ulises Velásquez Veliz es maestrista de Salud Intercultural de la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaraguense y de Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, además, realiza investigaciones en temas de salud intercultural, amazonía y pueblos indígenas.
*Joel Lozano Ramírez es licenciado en Antropología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Natural de Loreto, es investigador especializado en salud de los pueblos indígenas.
Fuente: http://servindi.org/actualidad/52070
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